lunes, 25 de septiembre de 2017



“Noriega - Panamá 1989”, el nuevo escenario para perpetrar la invasión imperial de Venezuela
Carlos E. Lippo




Una de las primeras veces que escribimos sobre este tema fue en mayo del año 2013, pocas semanas después de la desaparición física del Comandante Chávez y de la victoria electoral del Presidente Maduro. En aquella ya lejana oportunidad presentábamos un análisis que con base en consideraciones económicas, políticas y geopolíticas intentaba demostrar que la invasión yanqui era un hecho casi fatal y que la decisión de invadirnos ya había sido tomada en El Pentágono, quedando sólo por determinarse, cuándo invadirían y de qué forma lo harían, temas asaz importantes para poder diseñar y desarrollar en forma conjunta, gobierno y pueblo revolucionario, los planes requeridos para contrarrestar la agresión.

Tratando de aproximarnos al conocimiento de cómo habría de producirse la inexorable invasión escribimos otro artículo (1), publicado en marzo de 2.014, en el cual definíamos un conjunto de escenarios de invasión factibles, al tiempo que evaluábamos su factibilidad de ocurrencia en las circunstancias de aquellos días. Dichos escenarios, formulados con arreglo al análisis de algunas de las innumerables invasiones realizadas por el imperio desde la segunda mitad del siglo XX, los hemos identificado con los siguientes nombres:  Guatemala 1954 – Cuba 1961”; “República Dominicana 1965”; “De aplicación del TIAR”; “De aplicación de Principios de Derecho Internacional y/o Doctrinas Militares de los Estados Unidos”; “Libia 2011 y Siria, desde el 2012”; y “De instauración de un gobierno contrarrevolucionario que solicitaría la intervención”.

En otro artículo posterior a éste realizamos una actualización de la factibilidad de ocurrencia de estos escenarios (2); así mismo en otro más reciente llegamos a formular un nuevo escenario que denominamos “El Falso Positivo Colombiano” (3), que por cierto ha alcanzado altos niveles de factibilidad a partir de unas declaraciones del embajador gringo en Colombia (4), Kevin Whitaker, según las cuales su gobierno contempla la posibilidad de una “aventura militar por parte de los venezolanos en contra de sus vecinos”, cuando lo que realmente viene ocurriendo desde hace algún tiempo, es que las provocaciones colombianas en la frontera han hecho sonar las alarmas de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) en no pocas oportunidades.

Dos recientes declaraciones de un alto funcionario del gobierno de Trump de nombre William Brownfield,  a las cuales nos habremos de referir en detalle más adelante, nos han obligado a formular un octavo escenario que hemos dado en llamar “Noriega-Panamá, 1989”, desarrollado a partir del conocimiento de la extremadamente cruenta invasión gringa a ese hermano país, iniciada el 20 de diciembre de 1989.

Como muchos podrán recordar en esa misma fecha más de 26 mil soldados estadounidenses dotados con recursos de artillería pesada de última generación, las criminales municiones de uranio empobrecido entre ellos, invadieron por tierra y mar a Panamá con el propósito declarado de hacer preso al general Manuel Antonio Noriega quien era requerido por la justicia norteamericana por presuntos delitos de narcotráfico; y ello a pesar de las excelentes relaciones que éste tenía con la Agencia Central de Inteligencia (CIA), desde sus tiempos de jefe de la inteligencia militar del régimen revolucionario del comandante Omar Torrijos Herrera, a quien sucedió a raíz del sospechoso “accidente” aéreo que le costase la vida.

Juzgar si Noriega era o no reo del delito de narcotráfico es algo que escapa del alcance de estas notas. Lo que sí está suficientemente probado es que sus relaciones con los Estados Unidos comenzaron a deteriorarse en 1984, cuando les ordenó el retiro del territorio panameño de la inefable “Escuela de las Américas”, en la que se formaban militares latinoamericanos, él mismo entre ellos, en el combate a la insurgencia de izquierda, tachada apriorísticamente de terrorista (5). Siendo necesario apuntar que dichas relaciones se hicieron insostenibles a partir del 15 de diciembre de 1989, cuando la Asamblea Legislativa otorgó poderes especiales a Noriega designándolo jefe del gabinete de guerra, mientras que declaraba a la República de Panamá en estado de guerra contra los Estados Unidos de América, que desde hacía largo tiempo le venía aplicando una salvaje guerra económica.

Un documento secreto de los Estados Unidos, filtrado años después por un ex asesor de política exterior gringo, confirma que el verdadero objetivo de esta ocupación militar que se mantuvo durante dos años, era intentar abolir los tratados Torrijos-Carter. "Nuestro objetivo es desestabilizar el país sin arriesgar nuestra presencia e influencia allí, y al mismo tiempo tener una base legítima para abrogar los Tratados Torrijos-Carter", dice el texto del Memorándum Secreto-Sensitivo del Consejo de Seguridad Nacional, del 8 de abril de 1986 (6).

El mismo ex asesor probó que además de mantener el control sobre el Canal, Estados Unidos perseguía el objetivo de alejar a Japón de la posibilidad de trabajar en la ampliación del mismo, algo que negociaba el gobierno del comandante Omar Torrijos y continuaba negociando Noriega, tal como lo confirmase él mismo en una entrevista concedida en 1993.
Entrando ahora en materia sobre los motivos que nos han inducido a formular este octavo escenario de invasión, es necesario decir que a William Brownfield, un conocido funcionario diplomático gringo altamente injerencista, a la sazón secretario adjunto de estado de EE UU para seguridad y lucha antinarcóticos, le ha dado por acusar a Venezuela de ser un narcoestado; siendo necesario apuntar que este funesto personajillo ha sido también asesor político del comandante en jefe del Comando Sur de Estados Unidos en Panamá en1989 y1990, justamente durante los años de la invasión; ha sido embajador en Venezuela y Colombia; y está actualmente nominado por Rex Tillerson para el cargo de subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, algo así como el vicecanciller gringo para Latinoamérica.

En efecto, el pasado 12 de septiembre Brownfield, durante una audiencia sobre Colombia en una comisión del senado gringo dedicada a supervisar los programas contra el narcotráfico que el gobierno estadounidense desarrolla en otros países, hizo la consideración de que su gobierno cree que no habrá una solución democrática para la crisis política y económica de Venezuela, mientras el narcotráfico siga penetrando por “completo” cada uno de los estamentos de poder del país, incluido el propio gobierno de Nicolás Maduro (7); para luego subir el tono en una conferencia de prensa telefónica celebrada el pasado día 22 (8), en la que declaró impúdicamente que Venezuela era un narcoestado, para luego desdecirse de manera vergonzante señalando que “sólo se acercaba a serlo”. Siendo el caso que Brownfield más que nadie debería saber que en 2016 la ONU declaró a Venezuela “territorio libre de cultivos ilícitos” (9), por séptimo año consecutivo, y que también nos ha hecho innumerables reconocimientos por nuestros éxitos en el combate al narcotráfico durante los últimos años. Toda una campaña de infundios que viniendo de quienes viene tiene que tener como propósito el intentar justificar una violenta agresión.

Y es que el imperio no nos perdona el hecho de que el Comandante Chávez ordenase el retiro de Venezuela de la Administración de Control de Drogas de EEUU (DEA) en el año 2005,  ya que la inefable agencia gringa estaba usando como máscara la lucha contra las drogas, tanto para apoyar al mismo narcotráfico como para hacer inteligencia en contra el gobierno; y mucho menos nos perdona el haberla puesto en evidencia como el mayor de los carteles de la droga a escala mundial.

En verdad asigno al escenario “Noriega-Panamá 1989” una baja probabilidad de ocurrencia en la Venezuela actual, ya que nuestro país dista mucho de satisfacer los 3 requisitos, que a decir de Noam Chomsky, busca Washington satisfacer para iniciar una aventura bélica de tal envergadura, esto es; que el país elegido como posible víctima tiene que estar prácticamente indefenso en términos militares, como ocurría con Panamá en 1989, con Afganistán en 2001, con Irak en 2003 y con Libia en 2011; que se pueda producir un consenso de la opinión mundial favorable a la guerra; y que se pueda presentar al país elegido para la invasión como un mal supremo que habría que parar o exterminar (10).

No obstante debo decir que no he formulado este escenario sólo con fines didácticos. Lo he hecho con el fundamental propósito de llamar la atención sobre un tipo de agresión que sí podría intentar el imperio una vez que lograse instaurar a nivel mundial la matriz mediática de que Venezuela es un narcoestado, que no es otra que un ataque puntual ejecutado con el propósito de secuestrar al Presidente Maduro, en ocasión de alguna de sus muy frecuentes actividades de calle, para someterlo ilegalmente a la justicia norteamericana y/o a la justicia penal internacional controlada por ellos. Tal ataque podría ser realizado directamente por un grupo de las fuerzas especiales del imperio o, preferentemente, por un grupo paramilitar local que hiciese el trabajo bajo su coordinación, tal como hicieron en noviembre de 1950 el secuestro del comandante Carlos Delgado Chalbaud, a la sazón presidente de la junta militar de gobierno, acción que devino después en un magnicidio.

En apoyo a esta hipótesis podemos señalar la terrible suerte corrida a manos de las fuerzas del imperio, por otros líderes revolucionaros de talla mundial, como Sadam Hussein (2006) y Mohamad Gadafi (2011), a causa de haber intentado sustituir al dólar como moneda de pago de las exportaciones petroleras de sus respectivos países, tal como lo ordenase hacer el camarada Maduro hace poco tiempo; así como la implícita amenaza de muerte proferida por Trump en su discurso ante la Asamblea General de la ONU, al acusarlo irresponsablemente de ser un dictador en tan magno escenario (11).

Ya para finalizar estimo oportuno señalar que aquellos lectores que después de haber llegado hasta este párrafo consideren haber leído un artículo de política ficción, no deben perder de vista que poco tiempo después de su llegada a la Casa Blanca, la CIA propuso a Trump que ordenase una invasión de Venezuela “tipo Bahía de Cochinos”, tal como lo declarase en una entrevista a la televisión local de Washington, Steve Bannon, ex asesor del actual Consejo de Seguridad (12); siendo precisamente “Bahía de Cochinos”  (Cuba 1961) el primero de los escenarios de invasión que hemos formulado.
¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Patria o muerte!
¡Venceremos!


celippor@gmail.com
Caracas, septiembre 25 de 2017

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